Blogia
Dragonfly

La cárcel del crepúsculo (VIII)

Rosa e Inés alcanzaron este mundo en el mismo instante, pero no fue hasta cuatro lustros después de nacer cuando se conocieron. Idénticas como dos gotas de agua y sin embargo tan diferentes. La historia de su vida me fue llegando en pequeños pedazos, cual puzzle y yo fui el encargado de unirlas, para así poder encontrarle algún sentido a lo que me estaba pasando.
Un cable de acero y una gastroenteritis permitieron que me topara con Rosa, o más bien que Rosa se topara conmigo. Como tantas otras veces recorría un atajo en coche, para llegar al pueblo de al lado, donde si que había médico. Era verano, hacía calor, tenía fiebre y cada poco tenía que parar para vomitar. Hasta que el maldito cable del acelerador se partió, dejándome tirado a dos kilómetros de mi destino. Me arrastré durante algunos cientos de metros hasta que perdí el conocimiento, al llegar al paso a nivel, justo sobre las vías. De no haber aparecido Rosa ahora no estaría vivo.
Por aquel entonces Rosa vivía aislada. Una pequeña casa en lo más recóndito del campo, algunos animales y su fiel yegua Lucía. Lo que para algunos humanos era un sueño, la telepatía, para ella se había convertido en una pesadilla. Por eso aborrecía la cercanía de otros seres humanos. Por eso vivía sola.
Con la serenidad que da el paso del tiempo, ahora lo veo todo claro. Un plan perfecto, maquinado por ellos. De algún modo se percataron de mi presencia. De mi único don: la intuición. Que me permitía percibir la presencia de telépatas. No es una sensación agradable: afiladas agujas arañando mi cara, o, simplemente, dolor de cabeza enloquecedor.
Lo que entonces me pareció una casualidad, un heroico rescate, ahora se me antoja un plan minuciosamente calculado. Rosa había escapado de su control y si había alguien capaz de encontrarla era su hermana Inés.
Pero sucedió algo que no estaba en sus planes. Inés le enseñó a Rosa como controlar su poder. Y con mi ayuda, se desvanecieron en direcciones opuestas, lejos de sus garras. No pude o no supe huir y me atraparon. En contra de lo que pensaba no me aniquilaron, sino que se limitaron a arrebatarme mi don. Tampoco yo podría encontrarlas, así dejaría de interferir en sus planes.
Pero no quiero recordar eso, solo me apetece recrearme en el recuerdo de Inés, de los días que pasé junto a ella, de su voz de terciopelo y las cosas que me contó.
-Ni siquiera nuestro nacimiento fue casual- me dijo-Ellos se encargaron de volver estéril a mi padre (aunque nunca le conoció siempre le llamaba padre) de conducirles a la clínica de reproducción asistida adecuada, de unir los ovarios de mi madre con semen modificado genéticamente y de asegurarse de que fueran dos hermas gemelas las que nacieran.. Convencieron a mis padres de que una de nosotras -yo- había muerto al poco de nacer para así poder estudiarme a su antojo, para así comprobar como evolucionaba mi poder en un ambiente controlado. En el caso de mi hermana Rosa, dejaron que la naturaleza siguiera su curso.-
Su infancia no debió ser demasiado agradable, sometida a constantes pruebas, habitando lugares fríos y asépticos, rodeada de médicos y de guardianes que impedían su huída.
Al menos pudo compartir algunos días de su existencia con su hermana Rosa. Externamente idénticas como dos gotas de agua, pero con un carácter tan diferente.
Ahora ella estaba muerta y mi recientemente recuperada intuición me indicaba que tanto Rosa como yo íbamos a acompañarla muy pronto, demasiado pronto.....

0 comentarios