Dakar

El Dakar es una carrera polémica con tantos adeptos como detractores. Muchos la consideran una prueba colonialista en la que los corredores se pasean por África en sus carísimos coches, motos o camiones, que destrozan los lugares por los que pasan, que con los millones de euros que cuesta la prueba se podría dar de comer a miles de africanos...
Que cada uno piense lo que quiera. A mi me parece una prueba bellísima y durisima. Cuando era un crio, hace 16 o 17 años, me quedaba despierto hasta tarde para ver los resúmenes del Dakar en television. Muchas veces he soñado con correr el Dakar. En moto, por supuesto. De pie sobre los estribos, gas a fondo, oteando el horizonte, atento al libro de ruta y al GPS. Solo son sueños porque ni siquiera tengo carnet de moto, ni tampoco creo que nunca consiga el nivel de pilotaje necesario para correr esa prueba (por no hablar de la pasta que tendría que reunir....). Entre tanto estaré pegado a la tele y a internet siguiendo la carrera...
Os regalo un fragmento de el libro El Dakar, del periodista Javier Olave, en el que narra una experiencia sobrecogedora que le sucedió en el año 1996 durante esa carrera, copilotando a Miguel Prieto. Es un poco largo pero creo que merece la pena....
-¡Háblame, háblame!- Miguel interrumpió el silencio con voz desesperada.
-¿Qué...?-Atónito, le miré asustado. Vi que le caían lágrimas por las mejillas. Pensé inmediatamente que algo le dolía mucho. Podía ser un cólico nefrítico, o una úlcera, o....-
-¡Háblame, háblame! ¡Dime cosas, joder...!-
-¿Qué te pasa? ¿Qué te pasa, Miguel?-
-Nada, estoy bien, pero no dejes de hablarme, no te calles...-
-Bien, Miguel, la siguiente referencia está a cinco kilómetros y es un montón de piedas que a lo mejor no vemos porque está mucho más a la dercha o mucho más a la izquierda de por donde vamos. Pero vamos bien, seguro. Al GPS le encanta como vamos y el rumbo es bueno, aunque te estás torciendo un poco a la derecha. Bueno, Miguel, no hay muchas referencias en esta zona. El libro de ruta dice que la etapa de hoy discurre sobre un gran plateau...
Empecé a hablarle como un loro, porque no tenía mensaje que comunicar. Repetí una y otra vez las distancias, la descripción de la etapa, las referencias que íbamos a encontrarnos... Y él lloraba. Y yo me asustaba muchísimo, porque no sabía lo que le pasaba. Mi imaginación fue todo lo cruel que lo es el el Dakar, en el que eres capaz de ser realmente pesimista. Mortalmente pesimista.
Seguíamos en cuarta a fondo, Miguel dejó de llorar, pero seguía nervioso. Después de haberle preguntado varias veces, abandoné cualquier esperanza de enterarme de lo que le sucedía.
-Vamos a encontrarnos otra vez con una montaña de piedras que está marcada en el libro de ruta, aunque podemos estar un poco desviados. Repito, una montaña... El libro de ruta dice que es una montaña... En algún sitio, por aquí, vamos a encontrar una montaña. Pero puede que estemos algo desviados y no encontremos la montaña que...-
Me sentía bastante ridículo, pues hablaba repetitivamente, diciendo cosas muy obvias. Tenía que hacer esfuerzos para no callarmer, explicando una y mil veces lo mismo. Como en tantas ocasiones durante la carrera, adopté un tono de normalidad, muy alejado de la realidad, porque estaba muerdo de miedo. Seguí con la letanía.... y Miguel ya no lloraba. Seguíamos en cuarta a fondo, con él impávido, mirando al frente. Yo pensaba que el problema seguía ahí (y, ¿cuál era el dichoso problema?), pero me reconfortaba que él también había adoptado la mueca del no pasa nada.
Miguel no me explicaría la razón de sus lágrimas hasta la cena. Había visto el coche de Germanetti destrozado y le había asaltado el miedo. No un miedo físico, que no se lo conocí durante toda la carrera. Era un miedo financiero: para correr ese Dakar había tenido que adelantar dinero de su bolsillo. Y, aunque el coche era de alquiler, no tenía presupuesto para pagar el seguro a todo riesgo. Así que había tenido que dejar a Sonauto, en garantía, un cheque por el valor total del vehículo. Si nuestro coche quedaba como el que habíamos visto, a Miguel se le creaba un agujero de 8 millones de pesetas. Yo me estaba jugando la salud en aquel coche. Pero Miguel, piloto profesional, estaba arriesgando eso y más, y había sufrido una crisis de responsabilidad en pleno plateau, a 160 por hora, después de ver un coche hecho trizas.
6 comentarios
dragonfly -
respeto tu opinión, pero no la comparto
dakarno -
http://dakarno.blogspot.com
Dragonfly -
Ais, parece que le vamos robando un poquito de protagonismo al futbol....
Marta -
Aunque lleve días sin escribir, te he leído, y cada vez que salía en las noticias lo del Dakar, he pensado en tí. Se le está dando más cobertura que otros años, tal vez te hayan escuchado, no?
Besos
Ana Gracia -
covi -
BESUKOS!!
FELIZ AÑO!!