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Dragonfly

Saturno

Saturno

-Perdona, voy al water- es la única respuesta pero, antes de alejarse, le da unos golpes suaves en el brazo mientras mira hacia el fondo del bar por encima de la espalda del otro. Al volver del water no encuentra a Ignacio. Coge el vaso y se sienta. En ese mismo momento se le ocurre que la noche se le hace larga. Decide que se irá a casa en cuanto Ignacio vuelva, sobre todo porque falta poco para que salga Saturno, de otro modo, bebera demasiado para manipular el telescopio. Una cosa es la nube que suaviza las afiladas aristas del mundo y otra es la urgencia por dormir. Cuando piensa que va a pedir otra copa, no hay ningun rastro del amigo. He empezado a aburrirme, piensa.
-No eres tu solo, yo tambien me estoy aburriendo- dice una voz de mujer a su lado.
Luis se asusta y mira hacia el lado de la chica. Desconocida. Empieza a girar el vaso, como si el mojado clic-clac del hielo fuera una respuesta. En los bares ponen siempre hielo en el whisky.
-Has hablado en voz alta. No es de extrañar, a estas horas.
Luis mira de nuevo. La chica esta sentada casi a su lado, con una espumosa copa de cerveza y el pelo largo, del mismo color, vuelto hacia dentro a la altura del cuello, queriendo tocar la barbilla.
El pelo de la chica se mueve hasta casi dejarle la cara a oscuras, siguiendo el fluir de las palabras.

-No te avergüences, seguramente todos los que estamos aquí nos aburrimos. Y para los que están en otros bares es igual.
Luis siente un miedo profundo, como si al mirar la cara de la chica se colocara ante algún grave peligro. Después de dar un sorbo, se atreve.
-Y tú, ¿qué haces aquí?
-Lo mismo que tu, esperar a alguien
Si no supiera que es imposible, Luis pensaría que a la chica le sale la voz de los ojos. Azules, como el cielo al atardecer, en medio de una melena color cerveza. Luis ha terminado la segunda copa, pero el nudo de la garganta no se afloja. Ignacio no aparece. S.O.S., piensa, mirando a sus zapatos.
-Maite, Maitetxo.
Luis mira a la chica. Más abajo del pelo oro pálido, justamente por encima del jersey blanco de lana, sobre el borde de la espalda, ve una garra, tan ancha como peluda. Habla el dueño de aquella garra
-Vamos a casa Maite.
Cuando la chica se pone dócilmente de pie, Luis echa una mirada al dueño de la garra. Calvo, gafas redondas y labios anchos y sanginolentos en medio de una cara sin barbilla.
-Hasta otra- le dice la chica desde la espalda del gorila.
Luis se pone en pie, sin saber qué decir no qué hacer. En ese mismo momento aparece ignacio, dos copas llenas en la mano.
-¿Los conoces?-Le pregunta Luis casi en voz alta.
-¿A quiénes?
-A esa chica y al gorila que la lleva del hombro-a Ignacio siempre le cuesta incorporarse a un tema nuevo. Es seguro, pero no inteligente.
-Quien, ¿el calvo?
-Sí, sí- dice Luis, que está a punto de dirigirse hacia la chica.
-Conozco al hombre. Vende coches de segunda mano. Garmendia. Tú también lo conoces.
En el interior del bar, la oscuridad es mayor cuanto más alejado se está de la barra. Junto a la puerta no se ve apenas nada. Cuando desaparece el gorila la chica vuelve la cabeza hacia Luis, los ojos muy abiertos, los suaves extremos de la melena juntos bajo la barbilla. Cada brizna desprende luz blanca.
-Saturno- dice Luis.

Saturno.
Arantxa Urretabizkaia
Alfaguara hispanica

 

4 comentarios

dragonfly -

Me lo lei hace dos años y te lo recomiendo
besos

Marta -

Guau, yo también pensaba como nimue que era tuyo, y me he dicho, que largura de relato!! :)
Te lo estás leyendo?

dragonfly -

Gracias por el piropo, pero ya quisiera yo escribir algo parecido ... mis relatos son mucho peores!!!
Mmmm ¿inquietante? A mi me parece muy sugerente ;)
Besos de lunes

Nimue -

Pensaba que la historia era tuya, es bastante inquietante.
Besitos