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Dragonfly

Nada de lo que hagas puede devolverme la vida (III)

Arqueó el espiñazo y se desperezó en la silla. Era muy tarde, pasa la medianoche. Salvo la luz que emitía un pequeño flexo y la pantalla del ordenador, a oficina estaba a oscuras. Y en silencio, solo roto por el ágil movimiento de sus dedos sobre el teclado, por el monótono zumbido del ordenador.
Ya casi había acabado. Apagó el ordenador, se puso en pié y se dirigió al siguiente. Había un folio sobre el teclado indicando lo que le pasasaba, al parecer el sistema operativo no funcionaba bien. La solución era sencilla: formatear el disco duro y volver a instalar el sistema operativo y el restro de programas.
Apenas una hora después había terminado, por fin. No le disgustaba trabajar hasta tarde, pero estaba realmente cansado, agotado. Un día muy largo, sin duda. Pese a todo.....
En la calle le soprendió una gélida noche de comienzos de noviembre. El cielo estaba despejado, el cierzo se encargaba de ello. La luna llena brillaba entre las siluetas oscuras y amenazadoras de los edificios. Se abrochó la cremallera de la chaqueta mientras camniaba hacia su montura. Sacó el casco y los guantes de debajo del asiento y se los puso. Instantes después cortaba el aire de la noche a lomos de la moto...
Pese a todo, la idea de volver a casa no le seducía en absoluto. No era tán solo el desorden y la suciedad lo que desagradaba, no. Ni siquiera la nevera vacía. La siemple idea de meterse en la cama le aterraba. Enfrentarse al inmsomnio o, aun peor, a un turbulento sueño plagado de pesadillas que se empeñaban en recordarle lo que trataba de olvidar por todos los medios.
A diferencia del disco duro de un ordenador, su memoria era mucho más caprichosa, no podía elegir que retener y que olvidar... Aunque aquello que recordara le hicera mucho daño...
Así que se metió en el primer bar que encontró en su camino y se emborrachó. El alba le sorprendio ebrio, tirado en un soportal, llorando....

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