Atardecer
(otro post del fin de semana.... los traía precocinados, como las pizzas... unos minutitos en el "horno" y listos para servir)
28 de mayo de 2004. Atardecer
Diez de la noche. Anochece. La luna en cuarto creciente brilla en el cielo. Camino tras los pasos de mi padre. Bajo las suelas de mis zapatillas no acecha el asfalto, sino la tierra llena de surcos, tierra de labor, tapizada de hierba tan alta que casi me llega a las caderas en algunos puntos.
Después de que mi padre compruebe cómo estan los árboles (almendros sobre todo, algunos cerezos y un par de manzanos), de nuevo nos encaminamos hacia el pueblo. Me subo en la bici y dejo que la pendiente del camino me impulse. Apenas se ve ya nada, tengo que ir muy despacio, palpando cada irregularidad del camino con las ruedas de mi montura.
El silencio de la noche que está a punto de comenzar solo lo rompen el canto de los grillos y el croar de las ranas.
Suelto la maneta de freno y me dejo caer un poco más y más rápido, hasta que una sombra anaranjada cruza el camino delante de mi, apenas a un palmo de la rueda delantera de mi montura. Vaya susto. Era solo un gato. Seguramente aprovechaba la penumbra para cazar y debí parecerle una presa muy apetecible.....
Pesé a todo, en ese momento, hubiera podido romper a llorar.... de alegría.....
28 de mayo de 2004. Atardecer
Diez de la noche. Anochece. La luna en cuarto creciente brilla en el cielo. Camino tras los pasos de mi padre. Bajo las suelas de mis zapatillas no acecha el asfalto, sino la tierra llena de surcos, tierra de labor, tapizada de hierba tan alta que casi me llega a las caderas en algunos puntos.
Después de que mi padre compruebe cómo estan los árboles (almendros sobre todo, algunos cerezos y un par de manzanos), de nuevo nos encaminamos hacia el pueblo. Me subo en la bici y dejo que la pendiente del camino me impulse. Apenas se ve ya nada, tengo que ir muy despacio, palpando cada irregularidad del camino con las ruedas de mi montura.
El silencio de la noche que está a punto de comenzar solo lo rompen el canto de los grillos y el croar de las ranas.
Suelto la maneta de freno y me dejo caer un poco más y más rápido, hasta que una sombra anaranjada cruza el camino delante de mi, apenas a un palmo de la rueda delantera de mi montura. Vaya susto. Era solo un gato. Seguramente aprovechaba la penumbra para cazar y debí parecerle una presa muy apetecible.....
Pesé a todo, en ese momento, hubiera podido romper a llorar.... de alegría.....
2 comentarios
Dragonfly -
Ana -